29 jun 2010

Voy a cambiar la dinámica de este blog.

En estos últimos días estoy recordando mi primer viaje (y espero que no el ùltimo) a Francia. Quizá sean los deseos de volver los que me hacen regresar a esos lugares que me fascinaron, o quizá mi personalidad curiosa, de volver y buscar, aprender, y sobre todo disfrutar.
También puede ser mi idea frustrante de querer hacer otras cosas que este año sè que no podrán ser. Este verano serà como otros tantos, estaré en un lugar cerca de la playa, la playa de siempre, con la gente de siempre y haciendo lo mismo de siempre, maravilloso...
Toca otro verano lleno de conversaciones sin sentido y revistas los domingos, debajo de una sombrilla de playa; de comidas familiares, de arroz y sandía; de crema mezclada con arena, de cuerpos morenos y mas morenos, de niños haciendo castillos, de cubos llenos de peces agonizando...
Lo peor de todo, es que en realidad nunca quiero que acabe, pues después viene lo que menos nos gusta, desde septiembre hasta junio.

23 mar 2010

#2

No me hables así.
Así como si nuestros labios no se hubiesen juntado nunca, así como si no reconocieses mi olor entre cien personas, así como si nuestros corazones no hubiesen latido al unísono, así como si mis oídos no supiesen cómo respiras, así como si no deseases sentirme siempre cerca, así...

19 mar 2010

Y si no, pregúntale.

Amanece un día gris, turbio, homogéneo, de esos que duelen.
El Tiempo también tiene derecho a tener días grises, porque, ¿quién dice que el Tiempo no sufra como los demás? Cuando tiene un mal de amores, el viento remueve el mar con gran intensidad. Cuando se aleja de quien no quiere hacerlo, diluvia como nunca.

El cambio climático no tiene nada que ver con el comportamiento del Tiempo, porque yo sé que él también siente. Hoy tiene un día gris.

Jugarse la vida.

Cuando me besó, le besé, y él me besó, y yo le besé, y me besó, y le besé, y el mundo se hizo líquido, caliente, pequeño, tenía la piel áspera, la lengua dulce, todo era áspero y dulce y cabía en la frontera simétrica de nuestros labios pegados, que se despegaban a veces, y se volvían a pegar para encontrar otro sabor que era fresco y a la vez ardía, y yo nunca había besado a nadie así, nunca había sentido esa necesidad implacable de besar, y de besar más, de seguir besando, como si me jugara la vida al borde de la boca, como si más allá del cuerpo que me abrazaba no existiera nada, como si los brazos que me estrechaban me protegieran de un vacío negro y compacto que codiciaba la fuerza de mis propios brazos.


A.G

15 mar 2010

Sé que corre en contra mía
que el tiempo muere en cada instante
y a usted parece no importarle
malgastarlo conmigo...

IF.